viernes, diciembre 28, 2007

A&R on the covers











Ariane & Rómulo: Lovers on the covers

Ya está.
No falta nada.
Estoy yendo.
O estoy llegando.
En unas horas, ¡estaré en Río de Janeiro!

FELIZ 2008

Claudia on the covers

On the covers











Madrid, Denia, el Himalaya (¡El Everest!)...
Algunos lugares y momentos felices del 2007

Second


Madrid, Loftmulo; diciembre, miércoles por la noche.
Acabo de llegar a casa después de mi sesión de Yoga.
Mientras ceno algo ligero, me debato entre zambullirme en flickr o escribir alguna entrada pendiente en mi blog.
Recibo la llamada de “Swami” Pablo, uno de mis profesores de Yoga, con el que acabo de estar, por cierto, y me propone acompañarle a una fiesta en Joy a la que no quiere acudir solo.
¡Puf! Con el tiempo que hace que no salgo entre semana.
Hombre, está aquí al lado.
Y para eso estamos. Venga.
Entramos.
Es un evento con desfile de modelos, entrega de premios... y actuaciones musicales.
Menos mal.
Lo de la música, digo.
Me entero de que acaba de tocar Fede, el hermano de Carmen, acompañando a la China.
Carmen
es como mi hermana, así que, aplicando la propiedad transitiva (o no), Fede debe de ser como mi primo.
Abrazos, vítores, risas y hola-qué-tal.
¡Qué buena idea haber venido!
Empieza a tocar otro grupo. “Qué buena voz tiene el cantante”, observo.
En la siguiente canción, ya no tengo ninguna duda: ¡estoy en un concierto de Second!
Second es un grupo de Murcia que ganó la Global Battle of Bands en 2004. Su disco “Invisible” me parece sencillamente espectacular. El disco que más escuché en 2006.
Cuando alguien los compara con Franz Ferdinand, porque su sonido parece estar inspirado en el de ellos, quizá convenga recordar que Second compuso este disco antes... O puede que simplemente tengan las mismas influencias musicales: Pulp, The Smiths, The Cure,...
Es increíble que no sean más conocidos en este país.
Como The Sunday Drivers y su “On my mind”.

Por eso, cuando me crucé con el cantante en el baño, quise saludarle y felicitarle personalmente, a pesar de que él estuviera saliendo y yo estuviera... intentando abrocharme la bragueta en ese momento.
Son momentos difíciles de remontar.
Pero no se puede dejar pasar la oportunidad de conversar con un artista cuya música te hace vibrar.
Ya lo decía alguien: hay que salir más entre semana.

jueves, diciembre 27, 2007

No expectations

Hace unas semanas estuve en una conferencia en Ginebra.
Nunca había estado en Suiza, con la excepción de la parada técnica que efectuamos en Zurich (o en Berna) en el Inter Rail del 91, que yo aproveché para “tomar prestada” una tableta de chocolate…
Me acuerdo del detalle porque, mientras comentábamos lo rica que estaba y cuán justificada era la fama del chocolate suizo, Araceli, mi novia entonces, censuró mi comportamiento negándose a probar “mercancía robada”.
Llegué a Ginebra con muy pocas expectativas, recordando que Ariane y su familia (“los Freitas”) la habían considerado una escala menor en su periplo europeo de este verano.
Además, hacía un frío que pelaba, “que agacha el nabo”, como diría Jaume, con los campos alrededor de la ciudad -además de las montañas- cubiertos de nieve.
Sin embargo, a partir de la segunda noche, me animé a pasear por el casco antiguo de la ciudad.
Me encantó el sabor a “vieja Europa”: sus callejones medievales empedrados, la arquitectura de los edificios, el grosor de sus muros, las iglesias, las librerías de viejo, las exquisitas galerías de arte, los bares (brasseries) y cafés.
Y entrar en uno de ellos todas las tardes cuando ya tenía las orejas heladas y sentarme con mi libro de Murakami y un kir royal, mientras esperaba que llegara la hora de acercarme al restaurante (cada noche uno distinto), donde me esperaba una fondue de queso...
Y pasear el sábado a orillas del lago Leman, rodeado de hoteles de 5 estrellas, de carteles de Baume&Mercier, Jaeger-Le-Coultre, otras marcas de relojes de lujo, o carteles de Banca privada, todos los símbolos de Suiza, o sus estereotipos, en un entorno armónico que, por algún motivo, me hacía sonreír y respirar en profundidad.
Quizá me gustaba imaginarme a mi Amor, mucho menos acostumbrada al frío que yo, deambulando por el mismo escenario.
O quizá redescubría el placer de vivir sin expectativas.

miércoles, diciembre 19, 2007

Class of '95

Class of '95 era una manera de llamar a nuestra pandilla de amigos en Teleco.
O puede que el único que lo hiciera así fuera el-hombre-que-nunca-se-cae (esquiando), también llamado padre-de-“Burci” o padre-de-“Tibur” (por favor, Auri, que la criatura que llevas dentro no sea niño…); nos estamos refiriendo a Óscar, que empezó a firmar así en las tarjetas de cumpleaños para recordar el año de nuestra promoción.

Desde que terminamos la universidad, nos juntamos, todos los años, para cenar/comer en Navidad.
Algunos de nosotros nos seguimos viendo con cierta frecuencia, otros llevamos años viajando juntos, pero este es un evento donde podemos juntarnos (casi) todos, recreando la pandilla que teníamos (incluyendo a l@s consortes) cuando estábamos en la Escuela.

Este año, además, se cumplía un hito: han pasado tantos años desde que nos conocemos (18) como la edad que teníamos al hacerlo.
La mayor parte de nosotros nos conocimos el primer año, incluso los primeros días: a Miguel, a Norbi y a mí nos presentaron nuestros hermanos; Jorge había ido al instituto con Norbi y coincidía con él en el autobús de Pozuelo; Marisa y Lucila se hicieron inseparables en seguida, se sentaban en las primeras filas y era imposible no reparar en lo guapa que era Lucila y en que Marisa llevaba tipp-ex en las gafas… Lucila salía con Luis, que había congeniado, de entrada, con Óscar; Bea Pérez y Javi Gil eran amigos del instituto y debieron coincidir con Bea Sáez, con Rafa y con alguno de los anteriores en el laboratorio de Física...
Hubo otros que se han ido perdiendo en el camino. Otros, como Jose, aparecieron más tarde, aunque sólo él se quedó.

Ha pasado el tiempo.
Unos estamos más guapos. Otros nunca lo fueron.
Unos están más gordos. Otros siempre lo estuvieron.
Muchos son padres y madres. Pero, en todos, observé un brillo especial en los ojos: el de los Amigos que se alegran de verse, porque se reconocen y porque saben, como diría Marisa, que “hemos crecido juntos”.

lunes, diciembre 03, 2007

Vida de Pi

Vida de Pi”, de Yann Martel es el libro que más me gustó de los que leí en el 2006.
Fue uno de los 2 que me regaló Tachi por mi cumpleaños y, probablemente, el mejor regalo que recibí ese año.
Tiene gracia, porque Tachi pensó que un libro no era un regalo muy original y se arrepentía de no haber comprado un jarrón verde por miedo a que desentonara con la estética de Loftmulo
Loftmulo y yo le estamos eternamente agradecidos.
Desde que terminé de leerlo, se lo he prestado a mis hermanos Iván y David, que lo devoraron, y a mi madre y a mi cuñada Raquel; se lo he regalado a Jorge, a Fernando, a Mario, a Carmen, a A, a Feli, a Auri, a Hida… No me dio tiempo a regalárselo a Jose y a Norbi, porque leyeron el post de Fernando, se adelantaron y se lo compraron, pero me consta que la cadena sigue creciendo: Jorge se lo ha regalado a Lidia y, recientemente, A está distribuyendo ejemplares en portugués en los cumpleaños paulistas…
Por eso quería dedicarle una entrada en este blog.
Es un libro del que es preferible no adelantar nada. Como mucho, comentar lo estupenda y prometedora que es la portada.
Vida de Pi” es sorprendente, está lleno de Sabiduría, pero la mejor definición está en el prólogo, en boca de un desconocido con el que habló Yann Martel antes de comenzar a escribirlo: “es una historia que te hará creer en Dios”…

Claudia


Desde hace unos diez meses, hay un nombre que constituye uno de los sonidos más dulces que yo pueda escuchar. Es un nombre de mujer y es el de mi sobrina: Claudia.
Otra palabra cargada de belleza para mí es el nombre de mi amor: A… Es curioso que cumplan años el mismo día, aunque con un mes y una treintena de años de diferencia…

La foto de este post la tomó mi hermano David en Denia. Era nuestra primera Semana Santa con Claudia. Recuerdo perfectamente el momento en que la tomé en mis brazos y cómo se quedó dormida sobre mi pecho.
Para mí es uno de los momentos esenciales de mi existencia.
Lo escribo sin dudarlo.
Sostener a un ángel en postura de “caída libre” (con las piernas y los brazos abiertos), sentir el calor de su cuerpecito sobre el mío, el ligero vaivén de su respiración, el tacto de la piel de su carita sobre la mía… fue una experiencia que me colmó.
De Felicidad y de Amor.
Le di las gracias a la Vida por sentir esa pureza; esa intensidad.
Y lo sigo haciendo hoy.

domingo, noviembre 04, 2007

Druk Air


Bhután es el nombre por el que conocemos a un reino budista en pleno corazón del Himalaya, pero su nombre original desde el siglo XIII es Druk Yul (“el país del dragón del trueno”).
Hoy en día, la palabra Druk está presente en casi todo lo que tiene que ver con el país: la compañía de gas se llama “Druk Gas”, el hotel en el que estés alojado se denominará seguramente “Druk Hotel” y el nombre de las líneas aéreas nacionales es “Druk Air”.
Druk Air es la única compañía aérea autorizada a volar a/desde Bhután. Cualquier pasajero que viaje a este hermoso reino debe hacerlo en uno de los 4 aviones de los que dispone la compañía para realizar los trayectos que van desde Kathmandú, Bangkok, Delhi y Calcuta a Paro, el aeropuerto internacional del país y la segunda “ciudad” por número de habitantes.
En realidad, Paro es un pequeño pueblo construido alrededor de 2 calles principales y sus 20.000 habitantes se ubican fundamentalmente en las múltiples granjas diseminadas por las colinas circundantes.
Nosotros volamos a Paro desde Kathmandú, la capital de Nepal. Habíamos leído que el trayecto constituye uno de los vuelos comerciales más hermosos del planeta, así que nos plantamos con tiempo en Tribhuvan, el caótico aeropuerto de Kathmandú, para lidiar con los eventuales tours organizados y conseguir 3 asientos con ventanilla en el lado izquierdo del avión.
La hora escasa de vuelo es una impresionante panorámica del Himalaya, un viaje que parece diseñado para admirar la cara sur de algunas de las cumbres más altas del planeta: el Cho Oyu, el Chomolungma (¡el Everest!), el Lhotsé, el Kanchengjunga… Una sucesión de moles nevadas que asoman sus más de ocho mil metros por encima de un mar de nubes.
Imágenes únicas, espectaculares. El techo del mundo al otro lado de la ventanilla de un avión.
Y, de pronto, el verdor de Bhután, con sus bosques frondosos o sus arrozales en terraza.
Y la pericia del piloto adentrándose en uno de los valles, serpenteando y deslizándose por el mismo, acariciando literalmente las laderas de algunas montañas hasta enderezar el avión y posarlo sobre una pequeña pista en el corazón del Himalaya.
Es la manera de darte la bienvenida a un lugar maravilloso: un reino budista llamado Bhután...

viernes, septiembre 28, 2007

Fiesta de Cumpleaños 27-10-2007


Esta es una convocatoria anticipada, porque, dentro de unas pocas horas, y con esta guisa, ¡me voy de Viaje a Bhután y al Tíbet!

Es el sexto año consecutivo que me voy de Viaje con Jorge y Jose:

2002 Vietnam y Camboya
2003 Perú
2004 India
2005 Nueva Zelanda
2006 Uganda
2007 Bhután y Tíbet
...

Regresamos el 24-oct (un día después de mi cumpleaños). Como no podré avisar con una semana de antelación, sirva este post de invitación:

¡Fiesta en Loftmulo!

DÍA: Sábado 27 de Octubre
LUGAR: C/ Pretil de los Consejos, 9
HORA: 21:30

¡Nos vemos!

lunes, agosto 27, 2007

Caótica Ana

El viernes pasado fui al cine con Fernando a ver Caótica Ana.
En realidad, quedamos para ver las oficinas tan impresionantes que tiene su empresa en la Plaza de Santa (no caótica) Ana: edificio singular con escalera clásica, diseño hasta en el mobiliario y una terraza y azotea que regalan unas vistas espectaculares de Madrid.
En realidad, habíamos quedado porque estaba de Rodríguez, aprovechamos para ver su oficina, cenar de tapas en la C/ Barcelona, ir al cine a ver la última película de Medem y tomar unos mojitos en La Negra Tomasa mientras charlábamos sobre la vida, Internet, management, Yoga, twiter, libros, su chica, la mía, la mente, los blogs, el ego, el Amor…
Vamos, lo típico.
La típica charla de café.
O de mojito.
El tipo de charla que puedes entablar con aquellas personas con las que supiste el día que las conociste que la comunicación iba a ser siempre privilegiada.

Hoy he leído una crítica sobre Caótica Ana. La ponía fatal, decía que era super-pretenciosa, bla-bla, bla-bla, qué-tal-estás…
Me he acordado de la entrevista a Luis Landero que leí este verano. (Luis Landero, autor de “Juegos de la edad tardía” o “Caballeros de Fortuna”, era, junto a Javier Marías, uno de nuestros escritores favoritos durante la etapa literaria que atravesamos en la universidad).
En la entrevista, Luis Landero decía, entre otras muchas cosas interesantes, que en este país se opina mucho y se piensa poco.
Yo creo que es así.
Hay pocos creadores, pocas personas dispuestas a innovar, a arriesgarse, a equivocarse, a reinventarse, a dudar, a aventurarse por caminos menos trillados, a confiar en su sensibilidad.
Pocas personas dispuestas a rodar una película que plasme las imágenes que pueblan su mundo imaginario.

A mí me interesa mucho la gente así.
Julio Medem me parece uno de esos creadores. Como actor, uno de mis sueños es trabajar con él. Imagínate... Dicen que es de los pocos (o de los mejores) directores-de-actores que existen en España.
Me gusta lo que hace y cómo lo hace.
Me gusta que me haga viajar con sus películas.
Me gusta la música que elige.
Me gusta que me presente personajes que no creen saberlo todo, que se preguntan quiénes son.
Me gusta que escriba Poesía con imágenes.
Y, como decía Fernando, me gusta que sea capaz de contar una historia, de armar una trama, con todas esas cosas.

domingo, julio 22, 2007

Fiesta India

El año pasado, Loftmulo (mi casa) acogió un evento singular de recaudación de fondos para un proyecto de escolarización en zonas rurales del norte de la India que llevamos a cabo en mi escuela de Yoga. El proyecto se denomina Proyecto Español y el evento quedó bautizado Fiesta India.
La respuesta fue impresionante. Acudieron más de 80 personas, entre las que se encontraban Marta y Juan, una pareja de gallegos que decidió sufragar la mitad del proyecto bebiendo ron al grito de “¿cuántos niños quedan por escolarizar?” (Léase con acento gallego-borracho…)
En estos momentos, están dando la vuelta al mundo, compartiendo su generosa sonrisa en algún rincón de Chile, aunque confío en que bebiendo un poco menos…
Acudió gente muy variopinta, gente de diferentes nacionalidades, gente ataviada con trajes tradicionales de la India… Asistimos incluso a un strip-tease encima de la barra de la cocina a cargo de Pacou, Loïc y Sergio.
Para mear y no echar gota.
O para sonrojar a los propios organizadores del Gay Pride.
En fin, fue muy divertido. Y recaudamos una pasta, además.

Este año el listón estaba muy alto. Demasiado, quizá.
Decidimos no abusar de la paciencia de los vecinos de Loftmulo, así que, gracias a Norbi, organizamos cena+copas en un recinto de comercio justo que se llama Subiendo al Sur . La fecha elegida (mayo) se solapó con múltiples bautizos, bodas, comuniones, compromisos familiares, instalaciones-de-cocina-en-la-casa-de-la-playa… e impedimentos similares. Así que la asistencia se resintió. Y la caja, claro está, también.
Cómo te quedas.
Sin embargo, el sabor agridulce inicial fue dejando paso a una profunda sensación de satisfacción.
Y es que la caja no fue nada despreciable. Sobre todo si tenemos en cuenta que otro gallego (José Carlos) -no sabemos si por orden de El Coronel, o en su afán de retomar el testigo escolarizador de sus paisanos Marta y Juan, o simplemente porque este chico es así- decidió demostrar al mundo que el número de mojitos que una persona puede beber en una noche es -digamos- muy cercano a 20…
(Intuimos que la asistencia de una conocida actriz a la que sus hijos admiran pudo desestabilizarle…)
Pero la sensación -o mejor, la experiencia- de satisfacción que me embargó, no tenía que ver sólo con los resultados. Tenía que ver con el esfuerzo y la ilusión por sacar adelante un proyecto que me conmueve y en el que creo. Un esfuerzo y una ilusión que son un premio en sí mismos.
Tenía que ver con la alegría de estar construyendo algo en grupo, juntos, con la ayuda de gente a la que quiero: mi chica, mis hermanos y (muchos de) mis mejores Amigos.
Tenía que ver con la gratitud.
Y con esa emoción genuina, que invade el pecho, dibuja una sonrisa en los labios y humedece los ojos al mismo tiempo, que sólo a veces nos atrevemos a llamar Felicidad.

lunes, junio 11, 2007

La Taberna de Antioquía

Es probable que entráramos sólo por el nombre tan sugerente que tiene: Antioquía.
En la wikipedia aparecen varios lugares con un nombre parecido: Antioquia y Antioquía. No recuerdo si vi la tilde escrita, pero sé que registré en mi mente el nombre que resonaba a historia antigua, a eco lejano del Imperio Romano…
Es una deformación que se adquiere cuando te bautizan con un nombre mitológico.
La Taberna
de Antioquía es en realidad un restaurante, y no está en lo que hoy es Turquía, sino en lo que lleva siendo desde hace tiempo Pedraza, Segovia.

Buscábamos un lugar para cenar.
No nos preocupaba tanto que fuese de comida tradicional, porque, al día siguiente, después de visitar las Hoces del río Duratón y llevar a A a la ermita de San Frutos, nos esperaba ese pedazo-de-cordero en El Zute Mayor, Sepúlveda. Un valor seguro. Un “clásico”, como diría Jorge. Así que la inmersión gastronómica y el sabor típicamente español estaban garantizados ese fin de semana.

Buscábamos un lugar para beber un buen vino.
Para charlar.
Para mirarnos a los ojos.
Para mirarnos a los ojos y decirnos muchas cosas.
O adivinarlas.

Tras aparcar el coche cerca del castillo y encaminarnos hacia nuestro hotel-con-encanto, reparamos en el restaurante. Después de instalarnos, fue uno de los sitios que nos recomendaron para cenar, insistiendo en que no se trataba de un lugar “típico”. Era lo que estábamos deseando escuchar y no prestamos demasiada atención al resto de alternativas. De hecho, ni siquiera entramos en ninguna de ellas, sino que volvimos mecánicamente sobre nuestros pasos.
En cuanto bajamos las escaleras de la Taberna de Antioquía y nos situamos bajo el altísimo techo de esta casona, no hizo falta que dijéramos nada. A y yo nos miramos sonriendo y nos concedimos un momento para contemplar el hermoso marco que iba a acoger nuestra primera velada fuera de Madrid.
Ahora me doy cuenta de que Antioquía también empieza por A…
El lugar es muy bonito. La comida es estupenda. La carta de vinos está sobrada, aunque los precios, también. Pero el toque definitivo, como casi siempre, lo puso la música: Chus, la propietaria, después de conocernos y reparar en la nacionalidad de A, decidió regalarnos la magia de Vinicius de Moraes.
Qué sabia elección.

domingo, abril 01, 2007

Viaje a Loarre







Me encantan los rincones que tenemos en este país.
Me encantan los descubrimientos que se pueden hacer en un fin de semana, casi por casualidad, cuando los reveses meteorológicos se convierten en oportunidad.
H
abíamos ido a esquiar a Formigal. En realidad, regresábamos a Sallent de Gállego después de que Lidia nos hubiese descubierto que este pueblo no es sólo una excelente base para esquiar, sino un hermoso paraje del Valle de Tena donde es posible darse homenajes de comida casera (o de diseño) todas las noches.
Resultó que este invierno tan ¿extraño? había dejado las pistas con poca nieve. Así que “esquiar” más allá de las 12:30 dejaba de ser un placer y se convertía en un eufemismo para justificar el forfait de jornada completa…
¿Qué hacer entonces?
Decidimos regresar al hotel y aprovechar la tarde para dar una vuelta por los alrededores. Entre los itinerarios posibles (a cual más tentador), nos decantamos por un recorrido coronado por la visita al castillo de Loarre, del que tanto había oído hablar desde que Ridely Scott rodó “El reino de los cielos” y que se había convertido en uno de mis objetivos-de-escapada de este año.
Fue una tarde al más puro estilo calco-super-diversión, donde cada nueva parada superaba a la anterior en belleza y esplendor, y todo lo que sucedía, aunque fuera improvisado, parecía orquestado por una batuta maestra.
La primera parada fue Santa Cruz de la Serós, un pueblo declarado Conjunto Histórico-Artístico del Camino de Santiago, con una iglesia sorprendente (por su altura) en medio de la plaza. Nos apostamos en una terraza que habíamos fichado nada más llegar y dimos buena cuenta de unas migas y de unas claras-con-limón.
El monasterio de San Juan de la Peña está a escasos kilómetros, un poco más arriba, y es un Monumento Nacional sobrio, pero espectacular, bajo una inmensa visera de roca. Nos quedamos con las ganas de visitar el prometedor claustro románico, pero queríamos llegar a Loarre antes del cierre.
De camino, nos detuvimos a contemplar los Mallos de Riglos. Los Mallos son unas formas rocosas inmensas y caprichosas que parecen una manifestación artística de la naturaleza. Los estuvimos llamando “Riglos de Mayo” hasta que nos dimos cuenta de que “Riglos” es el pueblo que se encuentra a los pies de los “Mallos”. Bueno, y hasta que leímos las señales de la carretera, también…
Finalmente, llegamos al castillo de Loarre a tiempo para la última visita guiada. Lo que suponíamos un grupo de (máximo) ocho personas, se había convertido en una especie de congregación de turistas-aspirantes-a-humorista, dispuestos a hacer más comentarios que el propio guía y en un tono supuestamente gracioso. Así que Jose y yo decidimos perdernos y realizar la visita por nuestra cuenta, mientras Jorge se mantenía en la periferia del grupo.
Los interiores del castillo y del monasterio adyacente son espléndidos. Pero lo que me dejó boquiabierto es el enclave: un ensueño geográfico y estratégico. Desde la carretera que une el pueblo con el castillo, parece un nido de águilas desde el que se divisa toda la región: una llanura inmensa, hasta donde se pierde la vista, jalonada de almendros en flor. Es lo bueno del mes de marzo...
Desde un pequeño promontorio al que nos llevó Jose, asistimos a una puesta de sol de las que estremecen. Como si el cielo y el sol se conjuraran para ofrecer un repertorio de luz y color creciente en intensidad y hermosura. O como dirían los americanos: una estampa absolutamente “dramática”...
Extasiados, sacamos estas fotos y nos despedimos de Loarre con unas cañas en un bar cercano. Nos invitó Clemen, un compañero de Jose, oriundo del lugar, que nos recibió con los brazos abiertos.
Qué hermoso país. Qué buena gente.

martes, marzo 06, 2007

Muere Ryszard Kapuscinski. Muere un genio

Menudo revuelo has causado en la blogosfera, Maestro.
Cuando me enteré de tu muerte, me entristecí mucho, como si hubiera perdido a alguien cercano. A un ser querido.

Hoy he tecleado “Kapuscinski obituario” en Google, para recordar la fecha exacta (23/01/2007) y mencionarla en este post que no acabo de empezar a escribir.
Menudo revuelo: compruebo que somos muchos los que deseamos despedirte, mostrarte nuestro afecto, nuestra admiración. Y nuestra gratitud.
Yo siempre quise ir a África.
Siempre lo había soñado. Siempre lo había sabido, sin querer (y sin necesitar) entender muy bien por qué. Durante mucho tiempo, postergué ese viaje convenciéndome de que lo tenía demasiado idealizado o de que, en realidad, siento una debilidad por el sudeste asiático… Pero entonces sucedió que Fernando y Kerstin, mientras conversábamos sobre nuestras últimas lecturas, me prestaron “Ébano”, en esa edición tan bonita de tapas duras de ABC.
Fue como si alguien corriese un velo delante de mis ojos, como si me tomaran de la mano, me guiaran con dulzura y me enseñaran a contemplar el mundo con mayor amplitud. Como si me llevaran a lo alto de una colina desde la que se divisara la inmensidad de África y me dejaran acariciarla, comprenderla y amarla.
He intentado devolver (o compartir) el privilegio de descubrirte, regalando ejemplares de “Ébano” a mis hermanos Iván y David, y a muchos de mis mejores amigos. A Jorge y Jose, en particular, con los que tengo el placer de Viajar desde hace años, y con los que descubrí una perla negra con nombre de país: Uganda.
Mi primer viaje a África.
Aunque por el momento haya sido el único, escribo “primer viaje a África” con orgullo. Porque, ¿sabes qué? Estoy deseando regresar. Sé que lo haré. Y cuando esté allí, me acordaré de ti. Me pondré a releer algunas páginas de un libro tuyo que habré metido en la mochila. Un libro que se llama “Ébano”…
Gracias, Maestro.
Hasta siempre