sábado, agosto 16, 2008

Rumbo a Japón

Yo salía de Madrid a las 07:40 y llegaba a Munich a las 10:10.
A había partido de São Paulo el día anterior y ya llevaba varias horas esperándome en el aeropuerto.
Nuestra planificación e ingeniería de viajes había localizado una escala para que una brasileña y un español, afincados (de momento) en sus respectivos países de origen, pudieran viajar juntos a Japón.

Esa mañana, cogí el avión habiendo dormido poco, no porque fuera pronto (que lo era), sino porque, para variar, estuve hasta horas intempestivas terminando de hacer la maleta.
Al sentarme, sin embargo, comprobé que mis ojos y mi percepción estaban más abiertos que de costumbre.
Ávidos de imágenes.
De novedad.
De Viaje.
Así que disfruté del vuelo:
Las estribaciones secas, suaves y amplias de los Pirineos;
las cumbres blancas, los perfiles agrestes y el verdor de los Alpes;
la textura de las nubes;
la vista de Ginebra, literalmente encajada entre montañas, poblando la orilla norte del alargado lago Leman;
una cresta afilada y una sucesión de picos dispuestos como una espina dorsal;
algunos bosques… Debería haber más. Y más grandes.
De pronto: ¡Munich!

Teníamos ganas de tocarnos, de besarnos, de contarnos y de preguntarnos mil cosas.
Después de un rato, decidimos hidratarnos a base de cerveza germana.
Comenzó a sonar “Other side” de Red Hot Chili Peppers. Después, “Big in Japan” de Alphaville.
“¡Qué propio! ¡Y qué buenas!”, pensé, y me acordé de aquella vez en aquel restaurante de São Paulo en el que las notas de la versión acústica de “Summer of 69” de Bryan Adams me pusieron la carne de gallina.
Hay canciones que llevamos con nosotros.
O quizá nos acompañan porque vibran a la misma frecuencia que nuestras emociones.
A se puso la camiseta de la selección española de fútbol (¡Campeona de Europa!) que le acababa de regalar.
Yo cogí mi moleskine y, remedando a mi amiga la Srta. Honeychurch en su viaje a Japón, escribí el haiku del día:

Cerveza de trigo, salchicha alemana y,
en los ojos de mi Amor,
el sueño de Japón