martes, noviembre 23, 2010

A&R - La historia


Si Ariane y Rómulo se hubieran conocido en el colegio, habrían competido por tener el nombre más original. Pero se conocieron en Telefónica, un poco más tarde, apenas unas… décadas. Y a cada uno le encantó el nombre del otro.
Bueno… parece ser que algo más…
Pero nos estamos adelantando.

Rómulo nació en Vélez-Málaga, España, bajo el signo de Libra, aunque pasó 27 años pensando que era Escorpio.
Ariane nació en Salvador da Bahia, Brasil, con un brillo de fuego en los ojos que siempre delató su origen ariano.

Ariane es la mayor de 4 hermanas y… (si no fuera por Gabi) la más pequeñita.
Rómulo es el mediano de 3 hermanos. El más alto, sin ninguna duda.
Y el único calvo.

Los padres de Rómulo tienen nombres cortos y bonitos: Alicia y Ángel.
La madre de Ariane también: Ruth.
El padre se llama… bueno… es más fácil llamarle “Freitas”.

Antes de llegar a Madrid, Ariane había vivido en Lençois, Valença, Salvador da Bahia, Porto Alegre y São Paulo.
Rómulo había pasado por Vélez-Málaga, Granada y París.

Rómulo estudió Ingeniería de Telecomunicación y, unos años después, desafiando a todo y a todos, se licenció también en Arte Dramático.
Ariane terminó Administración de Empresas con sólo 20 años y, si Arthur Andersen y sus viajes por todo Brasil no lo hubieran impedido, se habría licenciado también en Derecho.

Ariane mantuvo siempre una carrera profesional consistente y ascendente: después de pocos años gestionaba su propio equipo de Control de Gestión en el área financiera de Vivo.
Rómulo simultaneaba sus actuaciones teatrales con las telecomunicaciones, así que seguía mustiándose en el área de Red de Telefónica.

Rómulo compró un local en el Madrid de los Austrias, lo reformó y lo convirtió en una vivienda-diáfana-de-diseño-donde-el-sofá-dialoga-con-la-cocina (Loftmulo) que sus amigos se encargarían de ir destrozando en sucesivas fiestas.
Ariane compró un piso enorme en Salvador, lo reformó integralmente, creó un espacio exclusivo para su home-theatre, amuebló la cocina y su dormitorio y, cuando ya sólo faltaba el salón, la empresa la trasladó a un apartahotel de 30 m2 en São Paulo…

A Rómulo, lo que más le gustaba en el mundo era: (1) viajar, (2) hacer el amor y (3) actuar. No necesariamente por este orden.
Bueno, también le gustaba mucho bailar, y meditar, y hacer fotos, y escribir en su moleskine…
A Ariane le encantaba: (1) viajar, (2) comer feijão acompañado de agua de coco y (3) ir al gimnasio.
Bueno, puede que el cordero de Segovia (aunque todavía no era consciente), la comida japonesa y los masajes también debieran estar en esta lista…

Rómulo dio el salto al área de Estrategia para reimpulsar su carrera profesional y dejar de sentirse un “pin-pin”.
Ariane viajó 6 meses a Madrid para ayudar a Borja con el Plan Estratégico de Telefónica España y, de paso, disfrutar de las rebajas de Zara.

Ariane llegaba a la oficina todos los días puntualmente a las 10:00 a.m.
Rómulo se compró una moto y algunos días conseguía no llegar después de las 11:00 a.m.

Rómulo había visto a Ariane por la oficina y no tenía muy claro si era una becaria o no, hasta que la vio sentada con los jefes. Se inclinaba a pensar que era muy guapa, pero la había visto apretar las mandíbulas concentrada delante del Excel y tenía algunas dudas…
Ariane le había echado el ojo a ese moreno español.
O mejor dicho: a la parte posterior de ese moreno español.

Un día, Ariane y Rómulo coincidieron en una comida en el Autokill con otros compañeros.
La conversación se centró en sus nombres.
A Rómulo, el nombre de Ariane le pareció precioso y muy exótico, como la persona que tenía al otro lado de la mesa.
Ariane contó que tenía un nombre italiano, elegido por su padre, y que no era muy común en Brasil.
Rómulo contó que su padre era catedrático de Latín y que por eso le pusieron su nombre, aunque era una explicación a medias porque sus hermanos, Iván y David, no tenían nombres clásicos. Por otro lado, tampoco era muy común en España.
Hablaba aparentemente para todo el grupo, pero su atención estaba en esos ojos bahianos y su intención era hacerles sonreír.
Así que acudió a algunas de las mejores anécdotas de su nombre.
Contó la historia del guía camboyano que no recordaba cómo se llamaban sus compañeros de viaje, pero que, al mirarle, le hizo un guiño como diciendo “de tu nombre  me acuerdo” y le espetó: “¡Fémula!”.
Después, tirando de guión, contó la anécdota de la empresa toledana que, en lugar de enviarle un fax a la atención de “Rómulo Rejón, C/ Pretil de los Consejos”, escribió “Brótulo Remón C/Petril de los Conejos”…
Y fue entonces cuando sucedió.

Ariane sonrió con su sonrisa franca y abierta y con sus ojos brillantes.
Rómulo casi se cae de la silla.
Literalmente.
Como si el universo se hubiera estremecido en ese instante, ralentizando el aliento y el fluir de la sangre.
Como si le hubiera sacudido la certeza de encontrarse frente a una de las personas esenciales de su existencia.

Pasaron unos días hasta que Rómulo se atrevió a invitar a Ariane a tomar un café-de-máquina.
Menos mal que cada uno adivinó en el otro cierto rubor y complicidad y no hubo lugar a ningún momento-Woody-Allen, como tirar algún vaso, tropezar o tartamudear.
Rómulo le habló de la fiesta que estaba organizando para recaudar fondos para un proyecto de escolarización en zonas rurales del norte de la India. Era un discurso ganador de hombre sensible y comprometido, pero lo cierto es que le salió así, naturalmente, por el placer de compartir lo que ocupaba su vida y su mente en ese momento.
Casi sin darse cuenta, empezaron a filosofar, a hablar de las cosas que más importan de la vida, del Amor. Como si ya se conocieran. Ese tipo de conversaciones que parecen suceder a otro nivel de comunicación.

Otro día, Rómulo quiso que Ariane conociera algo típico de la gastronomía madrileña y la llevó a “El Jazmín”, el penúltimo lugar para una cita, pero una gran dirección para tomar un cocido los jueves en los alrededores de Distrito C.

Un viernes, Agustín se enzarzó en algún coaching-estratégico con Rómulo hasta las 3 de la tarde, así que ya no quedaba ni el tato para comer.
Cuando Rómulo se debatía entre marcharse a casa o comer solo en el Autokill, Ariane se ofreció a acompañarle, aunque ella ya hubiera almorzado un sándwich-de-máquina.
Estuvieron más de hora y media sentados en el autoservicio, como si fuera el Café Belén, o algún otro lugar con encanto que se prestara a la conversación. Prosiguieron con un café en el piso de abajo y, cerca de las 6, volvieron a la oficina sólo para recoger sus cosas.
Antes de regresar a su apartahotel, Ariane decidió hacer una parada-técnica en el Zara más cercano.
Rómulo llegó a casa y sintió que había sido una tarde deliciosa y que deseaba prolongarla. También pensó que quizá nadie le había mostrado a Ariane el barrio de la Latina y el Madrid de los Austrias. No quería que regresara definitivamente a Brasil 4 meses después sin conocerlos.
Se sorprendió de tan bellos sentimientos.
Mejor dicho: se sorprendió de que tan bellos sentimientos fueran suyos.
Sin plantearse cuál era realmente su intención -¿una cita?, ¿quería que pasara “algo”? - le mandó un mensaje para quedar para cenar.
Ariane aceptó con la misma naturalidad con la que Rómulo la invitó.
Rómulo eligió el Polenta, un restaurante que no conocía pero que le había recomendado Fernando en múltiples ocasiones y que estaba al lado de la Plaza de Oriente.
Lo que Rómulo no sabía es que dos días después era el cumpleaños de Ariane.
Y que esa cena, junto con el baile posterior en el Marula, cambiaría sus vidas.
Para siempre.

Después vino Venecia.
Pedraza y Sepúlveda.
Salamanca.
Trujillo y Cáceres.
Y Madrid, claro está.

Luego una separación de cuatro interminables meses.

Hasta que comenzaron las lunas-de-miel-cada-dos-meses para combatir la distancia y convertirla en oportunidad de viajar: 
  • Río de Janeiro y Salvador da Bahia, con escala en Morro de São Paulo y una playa llamada Praia do Forte…
  • Atenas y Santorini
  • São Paulo y Arraial d’Ajuda
  • Japón
  • Guatemala
  • Fernando de Noronha y la Chapada Diamantina…


Y, finalmente, después de unos meses de incertidumbre, Ariane logró que Telefónica Internacional la contratara en Madrid.


Epílogo

Parece que Madrid no fue una etapa definitiva.
Ariane y Rómulo se instalaron en Loftmulo y lo utilizaron como base seguir viajando:
  • Jordania y Jerusalem
  • Namibia y Botswana, con el mejor de los viajeros (Jorge)
  • Praia do Forte, Bahía, donde celebraron su Boda durante 3 días, como si fueran una familia gitana, en compañía de un buen puñado de amigos brasileños y 50 españoles incondicionales que cruzaron el charco para abrazarlos
  • Argentina y Chile, donde se perdieron durante un mes para disfrutar de su Luna-de-Miel-oficial
  • Paraty, donde recibieron el año 2010 y São Paulo, la ciudad en la que residen en la actualidad…


Ariane y Romulo ya no hacen planes pensando en el año que viene.
Desde que se conocen, lo que más les gusta es estar J U N T O S.
Nos cuentan que la familia Rejón de Freitas va a tener un miembro más, allá por el mes de mayo.
No sabes la ilusión que les hace compartirlo contigo.

4 comentarios:

Pablo Gallego dijo...

Muchas felicidades por el nuevo miembro... Estoy con los Tomasukos y os echamos de menos. Esperamos que la futura madre esté fenomenal. Un abrazo.

Anónimo dijo...

Maravilloso texto! Un dia se tendrá que publicar! un beijo fuerte y enhorabuena para las noticias....:-)
sylvie

Anónimo dijo...

Enhorabuena por la feliz noticia y por volver a poner en marcha "Blógmulo", que al permitir extenderse en los textos más, se hace mucho más entretenido que Twiter (al menos para moi).
Un gran abrazo y desearos un estupendo 2011.
O.

Anónimo dijo...

qué historia más bonita...