sábado, diciembre 31, 2011

The year of Sofía

El año 2011 en una palabra: Σόφια
El año 2011 en 12 imágenes, por orden cronológico:

1. Enero: Boipeba
Fin de año en una isla de pescadores escondida, con la familia bahiana, David y Jorge

2. Febrero: NYC
Viaje para comprar ropita y juguetitos... Sí, sí, para Sofía también

3. Marzo: Photo of the Day
Una de mis fotos de Namibia Photo of the Day de National Geographic!
En realidad, sucedió el 10 de Febrero, pero el subidón me duró hasta pasado Marzo...

4. Abril: A&R Home
A&R diseñan la reforma de su propia casa

5. Mayo: A&R Baby
Nace la niña-hispano-brasileña-más-bonita-del-mundo

6. Junio: Sofía's place
El cuartito de Sofía publicado en una revista de decoración

7. Julio: Abuela Alicia
Visita a Sampa de la mamá-de-Romulín, que ha pasado a ser la abuela-española-de-Sofía

8. Agosto: ¡3 meses!
Sofía cumple 3 meses de "gostosura"

9. Septiembre: Viaje a España
Viaje a Madrid, Galicia y Granada para conocer a los padrinos David y Joyce, los primitos Claudia y Hugo, el tito Iván y presentar a Sofía en sociedad

10. Octubre: Life starts at 40!
Mis 40 castañas en la mejor compañía

11. Noviembre: Father and Daughter
Sofía et moi

12. Diciembre: Dulce Navidad
Reinterpretando "Le père Noël est une ordure" descubrimos que "Le père Noël est un ange de 7 mois"

viernes, diciembre 30, 2011

Nina

La primera vez que A me habló de Nina -la hija de una prima segunda- me quedé fascinado por sus ocurrencias. Con sólo 3 años, miró fijamente a la chica que llevaba cuidándola desde que nació y le espetó: “deberías buscarte un trabajo; así no estarías todo el día dándome la lata”.
Brillante.

Para el año 2012, ahora con 6 años de edad, Nina ha tenido la sabiduría de poner por escrito sus deseos:

  1. Que mi madre haga todo lo que yo quiera y mi padre también
  2. Tener poderes
  3. Prever el futuro
  4. Que mi cumpleaños llegue más rápido
  5. Poder volar
  6. Tener varios cerebros
  7. Conocer a todos los actores y actrices
  8. Saber respirar en el fondo del mar, ser prácticamente una sirena
  9. No dormir nunca
  10. Que todos mis vestidos sean palabra-de-honor
  11. Ser muy chic

Estoy dudando entre escribir mis propios deseos o copiar buena parte de los de Nina…
Quizá quitaría sólo el que se refiere a los “vestidos palabra-de-honor” que no me quedan demasiado bien.
En cualquier caso, espero de corazón que vuestros deseos (¡y los de Nina!) se cumplan en 2012.
Pero, sobre todo, espero que el año 2012 sea benévolo con lo que necesitamos más que con lo que queremos.

jueves, septiembre 15, 2011

LS@40! - Alojamiento

Como las fechas de LS@40! (Life Starts at 40!) se acercan, y
aprovechando la proactividad de la bella Lucila, que ya está organizando el viaje (bieeeeeen!), adjunto algunos tips.

Cuál es el aeropuerto de destino?
Porto Seguro (Bahia)

Cuáles son las localidades para buscar alojamiento?
Básicamente hay 2:
  • Trancoso
  • Praia do Espelho (RECOMENDADO!)

El pueblo de Trancoso es el centro neurálgico de la zona, con una plaza encantadora llamada O Quadrado, restaurantes interesantes y múltiples hoteles, pousadas y playas cercanas.

La Praia do Espelho es un lugar maravilloso, prácticamente virgen, a 30-40 min de Trancoso con sólo 5 pousadas escondidas entre la vegetación...
Mi recomendación es buscar alojamiento aquí y ya haremos alguna escapada a Trancoso para cenar.

Alojamiento en Praia do Espelho

Cuáles son las opciones con más encanto?

Fazenda Calá
Es un conjunto de casitas-apartamentos que funciona como pousada atendida por sus propietarios. Nunca nos hemos alojado aquí pero tiene muy buena pinta y es la opción que hemos elegido en esta ocasión (estaremos en el apartamento 7!)

Hotel Enseada do Espelho
Es un hotel con encanto que tiene sólo 7 habitaciones. Nos quedamos aquí el año pasado y nos quedamos encantados. Los únicos motivos para no repetir han sido:
  • la Suite Master ya estaba ocupada (soy así de pijo-exigente por mi 40 cumpleaños)
  • queríamos conocer una opción nueva en la Praia do Espelho

Pousada Bendito Seja
Está al lado del anterior, es un poco más grande, muy bonito, más lujoso y más caro...


Cuáles son las opciones más económicas?

Pousada Recanto do Espelho
Es de los mismos dueños que el Hotel Enseada do Espelho. Es un poco más sencillo y también funciona como restaurante. Recuerdo haber comido allí una moqueca de camarão maravillosa!

Pousada do Baiano
Está al lado del anterior. Tiene, al igual que aquél, una amplia zona de césped en frente de la playa con muchas tumbonas... No parece una mala opción.


Os esperamos!

domingo, agosto 21, 2011

Life starts at 40!

Querid@s Amig@s,

El próximo 23 de octubre cumplo años.
Justo uno más que el número 39.

Lo cierto es que ya no puedo hacer fiestas en Loftmulo para celebrarlo, no tanto por el hecho de que nos pille en otro continente e incluso otro hemisferio, sino, sobre todo, porque Loftmulo está alquilado...

Pero se me ha ocurrido una idea.

He pensado:
Cumplir 40 AÑAZOS es realmente una ocasión muuuuuy especial.
Me encantaría tener a la gente que más quiero (¡a tod@s ell@s!), muy cerca, aunque, en estas circunstancias, parece un poco complicado.
A menos que...
A menos que no vengan sólo a mi cumpleaños.
A menos que venir a mi cumpleaños sea una ocasión para viajar y conocer un lugar paradisiaco.
Un lugar que, si supieran que existe, elegirían en cuanto tuvieran una buena oportunidad.
Una oportunidad como el puente del 1 de noviembre, con 4-5 días por delante para descansar en una playa desierta, celebrar una fiesta vestidos de blanco y acercarnos a cenar y a bailar a uno los pueblos más auténticos de Brasil...
Por ejemplo.

He pensado en juntar a un puñado de buena gente en uno de los lugares más maravillosos que conozco, a escasos 40 minutos del aeropuerto de Porto Seguro.


  • ¿DÓNDE?: Trancoso, Bahía
  • ¿CUÁNDO?: del 29 de octubre al 02 de noviembre


Para aquellos que no pudisteis venir a la Boda A&R, ¡esta es una ocasión inmejorable de resarciros!
Para aquellos que vinisteis, ¡ya era hora de que hiciéramos un "revival" en otro rincón de Brasil!

No hace falta decirte que tu presencia me haría el más feliz de los cuarentones...

¿Te vienes?


















Praia do Espelho

















Vista desde una de las pousadas de la playa
















Praia do Espelho

















La Praia do Espelho desde los acantilados




domingo, junio 12, 2011

Sofía

20110516 - Sofia 089 by blogmulo
20110516 - Sofia 089, a photo by blogmulo on Flickr.
El 13 de Mayo es uno de esos días que atesora efemérides emblemáticas:
  • La sanción de la Ley Áurea, que marcó la abolición de la esclavitud en Brasil (1888)
  • La aparición de la Virgen de Fátima (1917)
  • El día del “Preto Velho”, un espíritu o entidad desencarnada de la religión afro-brasileña Umbanda
  • La fundación del Esporte Clube Vitória (1899), uno de los graaaandes equipos de fútbol de Salvador da Bahía, del que son entregadas torcedoras todas las hermanas de A…
Pero el 13 de Mayo de 2011 fue un día realmente especial.

Además de ser el aniversario de la abolición de la esclavitud en Brasil, el aniversario de la aparición de la Virgen de Fátima, el día del “Preto Velho”, el aniversario de la fundación del Esporte Clube Vitória, o incluso el 61 cumpleaños de Stevie Wonder, ese día fue… Viernes 13.
Un día de mala suerte en las culturas anglosajonas.

Pero el 13 de Mayo de 2011 en São Paulo, Brasil, fue un día glorioso.

Uno de los días esenciales de mi existencia.
Ese día, a las 13:56 horas, con 3,145 Kg de peso y 49 cm de longitud, nació Sofía Rejón de Freitas, la hija de la mujer que amo.
Mi hija.
Te quiero, Sofía.
-

domingo, diciembre 26, 2010

Terry


20091225 Isla de Pascua 306
Originally uploaded by blogmulo
Isla de Pascua, Chile

Poco después de aterrizar en el pequeño aeropuerto de Hanga Roa --la única población de la isla--, Nicolás nos recibió con una gran sonrisa y un collar de flores tradicional de la Polinesia. Al día siguiente, al pie de un Ahu (altar) coronado por imponentes moais, nos explicó que había heredado de su padre santiagués la gran estatura y de su madre pascuense los ojos y la tez polinésicos.

Hana fue la encargada de guiarnos por el extremo suroeste de la isla, bordeando unos acantilados cobrizos y el antiguo cráter del volcán Rano Kau, hasta el pueblo ceremonial de Orongo. Era aquí donde los clanes Rapa Nui, después de abandonar misteriosamente la construcción compulsiva de moais, comenzaron a rivalizar celebrando el ritual del “hombre-pájaro”: cada clan designaba a un representante para descender los acantilados, nadar hasta el islote Motu Nui y regresar con un huevo (¡intacto!) de gaviotín pascuense. El primero en regresar se convertía en Tangata Manu (hombre-pájaro) y obtenía para su clan el gobierno de la isla durante un año.
Hana disimulaba la inseguridad propia de su juventud con cierta altivez, miraba con ojos grandes, casi desafiadores, y, al sonreír, parecía tomar conciencia de su belleza polinésica, morena y exuberante.

El guía asignado para mostrarnos la gran cantera de moais de Rano Raraku y las playas de Anakena y Ovahe se llamaba Terry.
Al escuchar un nombre que no era ni español ni pascuense, pensé en un joven que se había rebautizado con un nombre corto anglosajón para parecer más cool o para integrarse mejor con los turistas occidentales.
Apareció, sin embargo, un hombre cercano a la cuarentena, con barba rala y pelo largo sujetado por un pañuelo. Yo lo habría definido como “rubio” pero cualquier mujer me habría corregido recordando que ese-color-de-pelo-se-llama-“castaño”.
Sus ojos se ocultaban tras unas gafas de sol de aventura, su tez morena delataba una exposición histórica al sol del Pacífico y su media-sonrisa, permanente o detenida, apuntaba a una inclinación a fumar esa hierba más divertida que el tabaco.
Hablaba poco y únicamente cuando le preguntaban algo. Me costó entenderle en español, sobre todo por su tendencia a comerse el final de las palabras, pero eso ya nos había ocurrido en otros rincones de Chile. En inglés, al dirigirse a John y Kate --la pareja de Washington D.C. que nos acompañaba--, habló con un acento impecable del sur de California.
Vaya.
Terry (de Terence) debía de ser su nombre de verdad, después de todo, propio de un americano que se ganaba la vida como guía de aventura en la Isla de Pascua.
Le pregunté de dónde era, esperando escuchar “San Diego” o “Santa Bárbara”, pero respondió, como si fuese la cosa más evidente del mundo, que era originario de la isla.
Decidí obviar su apariencia física nada-polinésica, e hice hincapié en la naturaleza anglosajona de su nombre.
“Bueno –dijo. Mi madre quería tener una hija que se llamara Teresa. Como llegué yo, decidieron ponerme Terry”.
Menos mal que la idea no era llamar a la niña Magdalena o Ana, pensé yo.

No es que Terry no fuera un buen guía: es que era, básicamente, todo lo contrario a un guía.
Un guía suele esforzarse por transmitirte información, por tratar de agregar valor a cada instante de tu visita, enumerando hechos históricos, contando diversas anécdotas o inventariando plantas y cosas.
Terry no.
Terry nos conducía amablemente a un lugar y prácticamente se limitaba a decirnos su nombre.
Si se lo preguntábamos, claro.
Cuando John le preguntó cómo se llamaba esa florecilla que aparecía por toooooooda la Isla de Pascua --una isla que se caracteriza por la escasa variedad de su vegetación--, Terry contestó que no tenía ni idea.
Lo dijo con total naturalidad, sin ningún tipo de preocupación. Como si le hubieran preguntado por una especie de sapo raríiiiiisima, recién descubierta en la selva amazónica, bautizada con un nombre latino compuesto.
Cualquier otro guía se habría sentido inseguro, decepcionado por no atender bien a sus clientes.
Terry no.
A Terry todo le daba absoluta y olímpicamente igual, pero de una manera tan pacífica y contundente que no resultaba molesta. Simplemente te desarmaba, te divertía y hasta te producía cierta admiración.

Cuando llegamos a una calita escondida llamada Ovahe, pensé que iba a animarse a acompañarnos o, por lo menos, tumbarse en la playa mientras nos dábamos un baño.
Ni siquiera se molestó en cruzar la pequeña verja de entrada.
Señaló vagamente el senderito que había que seguir y mencionó la hora deseable de regreso para el almuerzo.

Algunos días después, Hana nos confirmó que Terry había nacido en la isla, de madre pascuense y padre… californiano.
Parecía saber muchas cosas sobre su compañero, excepto la historia de su nombre.
No sé si le pareció inventada o realmente curiosa, pero me sigue llegando, todavía hoy, el eco de su risa.

martes, noviembre 23, 2010

A&R - La historia


Si Ariane y Rómulo se hubieran conocido en el colegio, habrían competido por tener el nombre más original. Pero se conocieron en Telefónica, un poco más tarde, apenas unas… décadas. Y a cada uno le encantó el nombre del otro.
Bueno… parece ser que algo más…
Pero nos estamos adelantando.

Rómulo nació en Vélez-Málaga, España, bajo el signo de Libra, aunque pasó 27 años pensando que era Escorpio.
Ariane nació en Salvador da Bahia, Brasil, con un brillo de fuego en los ojos que siempre delató su origen ariano.

Ariane es la mayor de 4 hermanas y… (si no fuera por Gabi) la más pequeñita.
Rómulo es el mediano de 3 hermanos. El más alto, sin ninguna duda.
Y el único calvo.

Los padres de Rómulo tienen nombres cortos y bonitos: Alicia y Ángel.
La madre de Ariane también: Ruth.
El padre se llama… bueno… es más fácil llamarle “Freitas”.

Antes de llegar a Madrid, Ariane había vivido en Lençois, Valença, Salvador da Bahia, Porto Alegre y São Paulo.
Rómulo había pasado por Vélez-Málaga, Granada y París.

Rómulo estudió Ingeniería de Telecomunicación y, unos años después, desafiando a todo y a todos, se licenció también en Arte Dramático.
Ariane terminó Administración de Empresas con sólo 20 años y, si Arthur Andersen y sus viajes por todo Brasil no lo hubieran impedido, se habría licenciado también en Derecho.

Ariane mantuvo siempre una carrera profesional consistente y ascendente: después de pocos años gestionaba su propio equipo de Control de Gestión en el área financiera de Vivo.
Rómulo simultaneaba sus actuaciones teatrales con las telecomunicaciones, así que seguía mustiándose en el área de Red de Telefónica.

Rómulo compró un local en el Madrid de los Austrias, lo reformó y lo convirtió en una vivienda-diáfana-de-diseño-donde-el-sofá-dialoga-con-la-cocina (Loftmulo) que sus amigos se encargarían de ir destrozando en sucesivas fiestas.
Ariane compró un piso enorme en Salvador, lo reformó integralmente, creó un espacio exclusivo para su home-theatre, amuebló la cocina y su dormitorio y, cuando ya sólo faltaba el salón, la empresa la trasladó a un apartahotel de 30 m2 en São Paulo…

A Rómulo, lo que más le gustaba en el mundo era: (1) viajar, (2) hacer el amor y (3) actuar. No necesariamente por este orden.
Bueno, también le gustaba mucho bailar, y meditar, y hacer fotos, y escribir en su moleskine…
A Ariane le encantaba: (1) viajar, (2) comer feijão acompañado de agua de coco y (3) ir al gimnasio.
Bueno, puede que el cordero de Segovia (aunque todavía no era consciente), la comida japonesa y los masajes también debieran estar en esta lista…

Rómulo dio el salto al área de Estrategia para reimpulsar su carrera profesional y dejar de sentirse un “pin-pin”.
Ariane viajó 6 meses a Madrid para ayudar a Borja con el Plan Estratégico de Telefónica España y, de paso, disfrutar de las rebajas de Zara.

Ariane llegaba a la oficina todos los días puntualmente a las 10:00 a.m.
Rómulo se compró una moto y algunos días conseguía no llegar después de las 11:00 a.m.

Rómulo había visto a Ariane por la oficina y no tenía muy claro si era una becaria o no, hasta que la vio sentada con los jefes. Se inclinaba a pensar que era muy guapa, pero la había visto apretar las mandíbulas concentrada delante del Excel y tenía algunas dudas…
Ariane le había echado el ojo a ese moreno español.
O mejor dicho: a la parte posterior de ese moreno español.

Un día, Ariane y Rómulo coincidieron en una comida en el Autokill con otros compañeros.
La conversación se centró en sus nombres.
A Rómulo, el nombre de Ariane le pareció precioso y muy exótico, como la persona que tenía al otro lado de la mesa.
Ariane contó que tenía un nombre italiano, elegido por su padre, y que no era muy común en Brasil.
Rómulo contó que su padre era catedrático de Latín y que por eso le pusieron su nombre, aunque era una explicación a medias porque sus hermanos, Iván y David, no tenían nombres clásicos. Por otro lado, tampoco era muy común en España.
Hablaba aparentemente para todo el grupo, pero su atención estaba en esos ojos bahianos y su intención era hacerles sonreír.
Así que acudió a algunas de las mejores anécdotas de su nombre.
Contó la historia del guía camboyano que no recordaba cómo se llamaban sus compañeros de viaje, pero que, al mirarle, le hizo un guiño como diciendo “de tu nombre  me acuerdo” y le espetó: “¡Fémula!”.
Después, tirando de guión, contó la anécdota de la empresa toledana que, en lugar de enviarle un fax a la atención de “Rómulo Rejón, C/ Pretil de los Consejos”, escribió “Brótulo Remón C/Petril de los Conejos”…
Y fue entonces cuando sucedió.

Ariane sonrió con su sonrisa franca y abierta y con sus ojos brillantes.
Rómulo casi se cae de la silla.
Literalmente.
Como si el universo se hubiera estremecido en ese instante, ralentizando el aliento y el fluir de la sangre.
Como si le hubiera sacudido la certeza de encontrarse frente a una de las personas esenciales de su existencia.

Pasaron unos días hasta que Rómulo se atrevió a invitar a Ariane a tomar un café-de-máquina.
Menos mal que cada uno adivinó en el otro cierto rubor y complicidad y no hubo lugar a ningún momento-Woody-Allen, como tirar algún vaso, tropezar o tartamudear.
Rómulo le habló de la fiesta que estaba organizando para recaudar fondos para un proyecto de escolarización en zonas rurales del norte de la India. Era un discurso ganador de hombre sensible y comprometido, pero lo cierto es que le salió así, naturalmente, por el placer de compartir lo que ocupaba su vida y su mente en ese momento.
Casi sin darse cuenta, empezaron a filosofar, a hablar de las cosas que más importan de la vida, del Amor. Como si ya se conocieran. Ese tipo de conversaciones que parecen suceder a otro nivel de comunicación.

Otro día, Rómulo quiso que Ariane conociera algo típico de la gastronomía madrileña y la llevó a “El Jazmín”, el penúltimo lugar para una cita, pero una gran dirección para tomar un cocido los jueves en los alrededores de Distrito C.

Un viernes, Agustín se enzarzó en algún coaching-estratégico con Rómulo hasta las 3 de la tarde, así que ya no quedaba ni el tato para comer.
Cuando Rómulo se debatía entre marcharse a casa o comer solo en el Autokill, Ariane se ofreció a acompañarle, aunque ella ya hubiera almorzado un sándwich-de-máquina.
Estuvieron más de hora y media sentados en el autoservicio, como si fuera el Café Belén, o algún otro lugar con encanto que se prestara a la conversación. Prosiguieron con un café en el piso de abajo y, cerca de las 6, volvieron a la oficina sólo para recoger sus cosas.
Antes de regresar a su apartahotel, Ariane decidió hacer una parada-técnica en el Zara más cercano.
Rómulo llegó a casa y sintió que había sido una tarde deliciosa y que deseaba prolongarla. También pensó que quizá nadie le había mostrado a Ariane el barrio de la Latina y el Madrid de los Austrias. No quería que regresara definitivamente a Brasil 4 meses después sin conocerlos.
Se sorprendió de tan bellos sentimientos.
Mejor dicho: se sorprendió de que tan bellos sentimientos fueran suyos.
Sin plantearse cuál era realmente su intención -¿una cita?, ¿quería que pasara “algo”? - le mandó un mensaje para quedar para cenar.
Ariane aceptó con la misma naturalidad con la que Rómulo la invitó.
Rómulo eligió el Polenta, un restaurante que no conocía pero que le había recomendado Fernando en múltiples ocasiones y que estaba al lado de la Plaza de Oriente.
Lo que Rómulo no sabía es que dos días después era el cumpleaños de Ariane.
Y que esa cena, junto con el baile posterior en el Marula, cambiaría sus vidas.
Para siempre.

Después vino Venecia.
Pedraza y Sepúlveda.
Salamanca.
Trujillo y Cáceres.
Y Madrid, claro está.

Luego una separación de cuatro interminables meses.

Hasta que comenzaron las lunas-de-miel-cada-dos-meses para combatir la distancia y convertirla en oportunidad de viajar: 
  • Río de Janeiro y Salvador da Bahia, con escala en Morro de São Paulo y una playa llamada Praia do Forte…
  • Atenas y Santorini
  • São Paulo y Arraial d’Ajuda
  • Japón
  • Guatemala
  • Fernando de Noronha y la Chapada Diamantina…


Y, finalmente, después de unos meses de incertidumbre, Ariane logró que Telefónica Internacional la contratara en Madrid.


Epílogo

Parece que Madrid no fue una etapa definitiva.
Ariane y Rómulo se instalaron en Loftmulo y lo utilizaron como base seguir viajando:
  • Jordania y Jerusalem
  • Namibia y Botswana, con el mejor de los viajeros (Jorge)
  • Praia do Forte, Bahía, donde celebraron su Boda durante 3 días, como si fueran una familia gitana, en compañía de un buen puñado de amigos brasileños y 50 españoles incondicionales que cruzaron el charco para abrazarlos
  • Argentina y Chile, donde se perdieron durante un mes para disfrutar de su Luna-de-Miel-oficial
  • Paraty, donde recibieron el año 2010 y São Paulo, la ciudad en la que residen en la actualidad…


Ariane y Romulo ya no hacen planes pensando en el año que viene.
Desde que se conocen, lo que más les gusta es estar J U N T O S.
Nos cuentan que la familia Rejón de Freitas va a tener un miembro más, allá por el mes de mayo.
No sabes la ilusión que les hace compartirlo contigo.

martes, septiembre 02, 2008

Hasta siempre, Papá


















El 02 de septiembre de 2008 murió Ángel Rejón Pérez, mi padre.

Le quisimos mucho.



Y aprendimos mucho con él.

El cuerpo muere, pero el Ser nunca muere.




sábado, agosto 16, 2008

Rumbo a Japón

Yo salía de Madrid a las 07:40 y llegaba a Munich a las 10:10.
A había partido de São Paulo el día anterior y ya llevaba varias horas esperándome en el aeropuerto.
Nuestra planificación e ingeniería de viajes había localizado una escala para que una brasileña y un español, afincados (de momento) en sus respectivos países de origen, pudieran viajar juntos a Japón.

Esa mañana, cogí el avión habiendo dormido poco, no porque fuera pronto (que lo era), sino porque, para variar, estuve hasta horas intempestivas terminando de hacer la maleta.
Al sentarme, sin embargo, comprobé que mis ojos y mi percepción estaban más abiertos que de costumbre.
Ávidos de imágenes.
De novedad.
De Viaje.
Así que disfruté del vuelo:
Las estribaciones secas, suaves y amplias de los Pirineos;
las cumbres blancas, los perfiles agrestes y el verdor de los Alpes;
la textura de las nubes;
la vista de Ginebra, literalmente encajada entre montañas, poblando la orilla norte del alargado lago Leman;
una cresta afilada y una sucesión de picos dispuestos como una espina dorsal;
algunos bosques… Debería haber más. Y más grandes.
De pronto: ¡Munich!

Teníamos ganas de tocarnos, de besarnos, de contarnos y de preguntarnos mil cosas.
Después de un rato, decidimos hidratarnos a base de cerveza germana.
Comenzó a sonar “Other side” de Red Hot Chili Peppers. Después, “Big in Japan” de Alphaville.
“¡Qué propio! ¡Y qué buenas!”, pensé, y me acordé de aquella vez en aquel restaurante de São Paulo en el que las notas de la versión acústica de “Summer of 69” de Bryan Adams me pusieron la carne de gallina.
Hay canciones que llevamos con nosotros.
O quizá nos acompañan porque vibran a la misma frecuencia que nuestras emociones.
A se puso la camiseta de la selección española de fútbol (¡Campeona de Europa!) que le acababa de regalar.
Yo cogí mi moleskine y, remedando a mi amiga la Srta. Honeychurch en su viaje a Japón, escribí el haiku del día:

Cerveza de trigo, salchicha alemana y,
en los ojos de mi Amor,
el sueño de Japón

martes, julio 08, 2008

140 caracteres

No sé si es un vicio pasajero, un reto temporal o una necesidad canalizada, pero me he introducido con fuerza en twitter de la mano de Fernando.

Todavía estoy en fase de experimentación, así que me resulta difícil (y precipitado) extraer conclusiones definitivas. Además, no tengo la intención de teorizar sobre el fenómeno, pero sí me gustaría reflexionar sobre algunos puntos.

Con twitter, estoy conectado con Fernando (y con Amalia, ¿y con Mari Cruz? y con todo el que quiera seguirme y/o al que yo quiera seguir) de una manera novedosa y más potente en ciertos aspectos que el correo electrónico.

Tipo de comunicación

Yo no envío un mensaje a una persona, a un grupo, o a todos mis contactos, sino que escribo algo que deposito y que recibe todo aquel que haya decidido seguirme o que visite mi página en twitter.
En ese sentido, es como publicar en un pequeño blog (microblog): los lectores reciben una notificación cuando se actualiza o lo visitan cuando quieren.
Sin embargo, no es necesario abrir ningún correo para ver una actualización: twitter te presenta encadenados los mensajes de las personas a las que sigues con los tuyos propios.

Longitud de los mensajes
Cada entrada o twit está limitada a 140 caracteres. Sólo por eso, todas las empresas deberían obligar a sus empleados a utilizarlo en aras de una mayor creatividad, concreción, precisión y selección del lenguaje.
A mí, eso me ha fascinado.
Me ha recordado los libros de haikus que me llevo a Japón y me ha parecido una oportunidad para escribir algunos, tratando de captar la esencia del momento presente.
Se lo comenté a Fernando, o, mejor dicho, lo escribí en un twit, Fernando lo leyó y me envió un mensaje directo (que también se puede hacer) para comentarme que existe una herramienta similar a twitter llamada jaiku...
La ventaja de los mensajes cortos es que los puedes escribir en cualquier momento y también en cualquier lugar, si dispones de un dispositivo portátil o móvil.

Tipo de contenido
Yo escribo una frase sobre lo que estoy haciendo, lo que estoy pensando, lo que estoy leyendo, un link a las páginas web que estoy visitando, lo que estoy escuchando y, desde hoy, alentado por Héctor, el otro gurú de la Agenda Estratégica, escribo algunas reflexiones personales que hemos denominado conjuntamente "mystic thoughts of the day"...

Es como llevar una moleskine permanente cuyo contenido deseas compartir.

Anímate, ¡sígueme en twitter!

lunes, junio 23, 2008

¡Ay, ministra!

Con lo bien que habrías quedado.
Con lo mucho que habría valorado tanta gente que tuvieras la humildad, la sencillez y la autoestima de rectificar.
Ningún político las tiene.
Al menos, en este país.

Con la lección que habrías dado a tantos, reconociendo llanamente, mansamente, que, como todo el mundo, te puedes equivocar.

Con lo que podías haber aprendido tú y nos podías haber enseñado a todos: que el exceso de celo puede conducir a distorsionar la realidad y el lenguaje.

Con lo a gusto que te habrías quedado.

Pero elegiste otro camino.
Te hiciste bicho-bola, cerraste los ojos y apretaste los dientes.
Y te dedicaste a justificar la tremenda coz que le habías dado al castellano.

No me sorprende que te criticaran hasta en tu propio partido: es tan ridículo tratar de imponer una fantasía lingüística como “miembra”; es tan esperpéntico anhelar que aparezca en el diccionario de la Real Academia Española; eso sí, es taaaaan divertido que alguien crea que “fistro” puede figurar entre sus páginas…
¿O es “finstro”?
Yo, por si acaso, me puse a buscar también “peich” y “gromenauer”.
Y, luego, como me sentí agraviado en mi masculinidad, reivindiqué “motoristo” y “psicópato”, que fueron las dos primeras palabras que se me ocurrieron.

¡Ay, ministra!
¿Cómo puedes ser capaz de semejantes dislates?
Qué lástima y qué pena tan grande…

lunes, mayo 19, 2008

Cracker


Todo comenzó en octubre del 2007.
Estábamos cenando en el
Druk Hotel de Thimphu, Bhutan, después de una semana de trek estupenda hasta el campo base del Chomolhari (7.326 m).
Mientras el camarero nos preguntaba de dónde éramos, qué tal había sido nuestro día y qué nos parecía Bhutan, yo trataba de averiguar si era un intento de practicar inglés o la repetición de una cantinela de atención al cliente para la que le habían adiestrado.
Sus facciones parecían indias, como las de la multitud de obreros que trabajan en la construcción de carreteras en el reino del Dragón de Trueno. Pero, luego, al referirse a Bhutan como su país, me di cuenta de que pertenecía a la minoría de habitantes de etnia nepalí. Era novedoso para nosotros, porque la gran mayoría de la población es prima-hermana de los tibetanos en cuanto a rasgos y cultura.

You are very strong”, dijo, de pronto, mirándome fijamente.
Hombre, que se lo digan a Jorge, que va al gimnasio desde hace años, vale, pero... ¿a mí?
Nos empezamos a reír, con cierto nerviosismo, en mi caso, y con incredulidad, en el caso de Jorge y Jose, hasta que el camarero nos aclaró que yo le recordaba a un luchador de Pressing Catch que lleva un pañuelo rojo en la cabeza parecido al mío.
¡Ah!
Esa noche, martes, en un Om Bar casi desierto, nos acodamos a la barra con una cerveza y nos pusimos a ver la televisión. La programación era casi exclusivamente cricket y... ¡Pressing Catch!
Ninguno de los sujetos llevaba pañuelo, pero, con dos compañeros de viaje como los míos, el mal ya estaba hecho y, mi fama de luchador, lanzada irremisiblemente.
Unos días después, regresando del valle de Punakha hacia la capital, paramos en un pueblo a estirar las piernas. A la salida de un colegio, comenzamos a charlar con tres chavales de 8 años: uno, de ojos muy rasgados y sonrisa generosa, con pinta de ser más listo que el hambre; otro, moreno, con ojos grandes, entre indios y nepalíes, que no se quedaba atrás; y el tercero, de mirada pícara, que parecía el más simpático y travieso del grupo.
Tres niños encantadores que hablaban inglés por los codos, como todos los niños en Bhutan.
Nos estuvieron enseñando sus mochilas, sus cuadernos del colegio y sus estuches. Jorge y Jose se percataron de que llevaban pegatinas de luchadores de Pressing Catch, así que se apresuraron a decirles que yo también lo era.
Se les iluminó la cara.
De repente, sólo tenían ojos para mí, llenos de entusiasmo y admiración.
Y una inmensa y deliciosa curiosidad.
Les comenté que trabajaba en muchos países y que mis combates todavía no se emitían en la vecina India o en Bhutan porque una televisión americana tenía la exclusiva. También les dije que, efectivamente, era muy fuerte y, aunque solía ganar siempre, me apiadaba de mis adversarios y trataba de no hacerles demasiado daño…
Claro, también me preguntaron cuál era mi nombre.

A mi mente podrida acudió un sin fin de nombres, más propios de un actor porno consagrado que de un luchador.
No podía pronunciarlos delante de unos niños estupendos que ya se encargarían otras experiencias de estropear.
Así que Jorge vino en mi ayuda y, antes de sucediera una catástrofe, espetó: “¡Cracker!”
Así nació mi leyenda de luchador en Bhutan.

jueves, mayo 15, 2008

Once




Es lógico que Norbi la recomendara.
Once es una película donde la música está presente todo el tiempo.
La película es música.
Aunque también es cierto que la banda sonora sin las imágenes, sin la historia, constituye una experiencia incompleta.
Quedaba poca gente por embarcar y el avión se disponía a despegar rumbo a Sao Paulo, rumbo a mi Amor.
Rumbo a A.
Mi tarjeta de embarque rezaba [vuelo] IB 6827 [puerta] RSU [embarque] 23:30 [asiento] 34L.
Tenía preasignada la ventanilla, pero, al ir a sentarme, comprobé que un señor mayor ya la había ocupado. Así que me senté a su lado celebrando la posibilidad de estirar las piernas por el pasillo.
Me dio tiempo a descalzarme, a ojear unas cuantas páginas del periódico y a encajar en el bolsillo del asiento la guía de Japón que me había propuesto estudiar durante el viaje.
De pronto, otro pasajero se paró a mi lado y, muy amablemente, me hizo saber que yo ocupaba su asiento.
Vaya.
El señor mayor se debía de haber confundido de fila.
Sacamos las tarjetas de embarque y comprobamos, sorprendidos, que los dos teníamos asignado el mismo asiento. Así que le entregué las tarjetas a una azafata para que hiciera las comprobaciones oportunas.
Me comentó que era extraño, que el vuelo estaba lleno y que vería lo que se podía hacer.
Yo comencé a imaginarme las 10 horas de vuelo sentado con la tripulación...
O en el suelo.
Lo único que tenía claro es que no me iba a bajar de aquel avión por mucha confusión u overbooking que pudiera haber habido.
Estuvimos esperando un ratito los dos señores brasileños y yo, comentando, muy educadamente y en portuñol, lo curioso de la situación, hasta que una azafata distinta de la anterior se acercó, preguntó por el “Sr. Rejón” y me tendió una tarjeta de embarque con “mi nuevo asiento”: ¡2H!
Cogí mi mochila y mi chaqueta azul con las letras b, r, a, s, i, l bordadas, me despedí de mis compañeros y me dirigí exultante a la zona Business.
En los vuelos de Iberia que cruzan el charco, los asientos de la zona Business son enormes, se tumban casi como una cama, las azafatas son amabilísimas, te ponen una copita de vino antes de cenar, luego un mantelito y unos cubiertos de verdad, tienes una pantallita giratoria sólo para ti y un montón de películas de estreno donde elegir.
Yo me sentía un poco Alfredo Landa, con mi copa de vino dulce en una mano y mi segundo postre en otra.
Antes de dormir durante más de 6 horas seguidas, decidí ver aquella película que Norbi había recomendado y que había dejado un tanto indiferente a Feli.
Once.
Resultó que era una historia bonita, sencilla, no convencional. ¿De amor?
Dos personajes que se buscan, se equivocan, pero confían en lo que sienten y son auténticos.
Y sueñan.
Y la música de Glen Hansard, el actor protagonista, que está presente todo el tiempo y envuelve la historia.
Me encantó verla.
Es lógico que Norbi la recomendara.

jueves, abril 17, 2008

Tips of the day

Esta es una de esas entradas que lleva esperando Ismael desde hace algún tiempo.
En primer lugar, es un nuevo post: vale que uno no se plantee escribir todos los días, pero una vez cada 2 meses…
Y segundo: ¡no voy a hablar de A!
¿Seré capaz?
Consejo del día 1: No vuelvas a comer en el Pizza Jardín del centro comercial Moraleja Green.
La verdad es que las opciones para comer en los alrededores de Distrito C empiezan a ser preocupantes.
Alguien vio una cucaracha en su plato en el Tao.
Alguien vio una cucaracha en su plato en el Tony Roma’s.
Conclusión: o hay alguien que, en ocasiones, ve cucarachas, o, en el centro comercial, haberlas hailas.
En el Pizza Jardín, hasta la fecha, yo no he visto cucarachas, pero, después de comer con Puli ayer, lo que me llevé a la oficina fue una gastroenteritis aguda.
Al principio, sientes un malestar general. Después, visitas el baño para comprobar que la diarrea galopante no es patrimonio exclusivo de un viaje a la India. Luego, empiezas a vomitar. Y, finalmente, vas alternando orificios mientras te vacías, te quedas sin fuerzas y te sientes profundamente mareado.
De pronto, me llama Agustín, que ya estaba al tanto de que no me encontraba bien.
O quizá me echaba en falta en mi mesa “haciendo estrategias”…
La situación en la que me encontraba --sentado en la taza del váter con las piernas dormidas-- no era la más idónea para coger el teléfono, pero fue como si me arrojasen un salvavidas en un momento de desesperación: “me encuentro fatal; creo que necesito que alguien me lleve a urgencias”.
Dicho y hecho.
Este Agustín no es un jefe de Estrategia: es como un padre para nosotros.
En urgencias, sólo esperamos dooos horas a que me atendieran, así que aprovechamos para contarnos anécdotas y experiencias de pupas varias.
Con P de puPas.
Después, me pusieron una vía por la que fueron enchufando suero, primperán (para las náuseas) y paracetamol, y luego me llevaron a hacerme una placa.
Ese fue el momento.
Cuando me pidieron, que me subiera la camisa, me bajara los pantalones y me tumbara en la camilla, en ese orden, me acordé.
¿Conoces el clásico slip cutre blanco, marca “Sporting”, comprado a dos duros en el mercadillo de Denia, que te deja fuera alguno de los huevecillos?
¿Ese que no te pones nunca, a menos que no exista ninguna posibilidad de que alguien te vea en ropa interior?
¡Vamos, hombre! Todo el mundo tiene (o ha tenido) alguno de éstos.
Pues yo me acordé en ese momento de que lo llevaba puesto…
Consejo del día 2: Viste siempre tus vergüenzas de gala. Nunca sabes a qué altura te quedarán los pantalones al final del día.

domingo, febrero 24, 2008

A night in Rio

En Brasil no se celebra la “Nochevieja” sino el “Año Nuevo” y emplean la palabra francesa (Réveillon) para designar la fiesta.

Conocía la fama del Réveillon de Río de Janeiro, pero, después de haberlo vivido este año, lo que me cuesta creer es que haya otros lugares en el mundo donde la Nochevieja adquiera semejantes dimensiones y esplendor.

En los días anteriores al Réveillon, Río es un hervidero de gente. Hay muchos cariocas disfrutando de los rincones de su ciudad y de sus playas. También abundan los turistas, que se dejan ver --cómo no-- por el Pão de Açucar, el Cristo Redentor do Corcovado, la playa de Ipanema o los ensayos de las escuelas de samba clásicas, como Mangueira (donde fuimos nosotros) o Salgueiro.
Rincones únicos y singulares en un enclave de excepción.
Pero todo el mundo está inmerso en un oleaje de preparativos y expectación.

Pasamos el día 31 en la playa de Ipanema, tumbados en nuestras kangas (pareos), tostándonos al sol, dándonos cremita, zambulléndonos por turnos en el océano, compartiendo un agua de coco o un helado de mango.
Besándonos.
No queríamos pagar el dineral que costaba una cena de Réveillon en una terraza con vistas a la playa de Copacabana, suponiendo que hubiera sitio en alguna de ellas.
Tampoco nos encajaba la opción de cenar en nuestro hotel, así que nos sentamos en una terraza de Ipanema a las siete de la tarde, a refrescarnos con unos chopes (cerveza de barril) y dar buena cuenta de un picadinho carioca.
Fue una cena tremendamente sencilla, probablemente la más económica que haya degustado en Nochevieja, pero el ambiente estaba impregnado de dulzura y de intensidad: me deleitaba recibiendo las caricias del sol sobre mi cara, valorando el instante presente de estar con mi Amor en Río, al otro lado del océano, en verano y en fin de año (¡!).
Me emocionó poderlo compartir por teléfono con mis padres y mis hermanos, y bromeamos sobre las delicias que había preparado La Rejoncilla en Aravaca y que yo me estaba perdiendo.
Nos fuimos al hotel a ducharnos, a cambiarnos y vestirnos de blanco, como todos en la noche de Réveillon, pero nosotros nos pusimos, además, unas havaianas blancas con la bandera de España que había comprado A.
Rellené nuestra bolsa-nevera-patrocinada-por-Telefónica con latas de cerveza Skol y la botella de cava que había traído desde España. A se encargó de las flores que íbamos a ofrecer a Iemanjá, la orisha y diosa del mar en la religión Yoruba, adoptada por muchas religiones afro-brasileñas.
Mandé unos SMS para compartir mi excitación y mis mejores deseos, y salimos hacia la playa de Copacabana sobre las diez, hora local.
En las calles, nos íbamos fundiendo en una inmensa marea blanca, junto a miles y miles de personas.
En la playa, había altavoces gigantescos, carpas, escenarios con DJs y todo tipo de gente: familias enteras sentadas en sillas de playa, muchas parejas, grupos de amigos, gente de todos los colores y clase social, favela kids, guiris, un comentarista chino deseando “feliz ano novo” a la cámara y media playa aplaudiendo su acento chino-brasileiro…
Los edificios en primera línea albergaban cenas de lujo en hoteles y restaurantes, o fiestas privadas en áticos y terrazas. Las siluetas que se adivinaban eran muy sugerentes, como en un anuncio de Martini.
“Tiene que ser increíble ver la playa de Copacabana desde arriba”, pensé, pero me alegré de estar en el meollo, participando y observando desde dentro.
No teníamos reloj, ni siquiera el móvil, así que nos guiábamos por la expectación creciente que sentíamos a nuestro alrededor.
De pronto, un chasquido.
Una explosión de luz y color.
Y comenzó un espectáculo de fuegos artificiales encima del mar, lanzados desde diferentes ángulos y cubriendo, de manera creciente, la inmensidad del cielo.
Grandioso.
La música de fondo se diluía entre el sonido de los petardos y cohetes y los gritos de júbilo a nuestro alrededor. Yo me sentía feliz y emocionado como un niño pequeño al que le hubieran dejado entrar en el castillo de sus sueños. Con lágrimas en los ojos, A y yo nos empezamos a besar. La gente a nuestro alrededor se abrazaba, se besaba, brindaba, sonreía, sonreía a los demás, se sacaba fotos, se ofrecía a sacar fotos a los demás.
Un ambiente de fiesta y unidad.
Después de casi 20 minutos de fuegos artificiales, abandonamos nuestro lugar estratégico en el extremo sur de Copacabana, para llegar a Ipanema en un abrir y cerrar de ojos, anticipándonos a muchos de los que habían decidido seguir la fiesta allí.
Disponíamos, de repente, de una playa casi desierta para cumplir nuestro compromiso con Iemanjá: saltar siete olas cogidos de la mano y ofrecerle gladiolos blancos.
Descorchamos nuestra botella de Freixenet y nos quedamos tumbados en la arena, muertos de risa y empapados.
Hasta que decidimos regresar al hotel.
Es probable que haya sido la noche más increíble de mi vida.

viernes, febrero 01, 2008

Brasil



El 2007 ha sido mi año más viajero: Cuba en mayo; Bhutan y Tibet en octubre; y, para finalizar el año y acoger el que empieza, Brasil.
Viajar.
Es lo que más me gusta en el mundo.
Junto con hacer el amor, actuar y meditar.
No tengo claro en qué orden.
Siempre me pongo nervioso al hacer la maleta, desde que comienzo a prepararla unos días antes de partir, hasta el momento de subirme en el avión, pero me encanta el sabor del rumbo hacia algo nuevo, hacia algo por explorar.
En este viaje, sin embargo, los nervios eran distintos. Hacía cuatro meses que no la veía, casi tanto tiempo como el que habíamos estado juntos y nos habíamos amado, aquí en Madrid.
Y en Venecia, y en Pedraza, y en Trujillo, y en Salamanca
La distancia es un sonido en la mente que alimenta la incertidumbre.
El miedo también, a veces.
Así que preferí dar mi atención a la serena convicción de estar realizando un viaje fundamental, en un momento clave de mi vida.
A mis mejores amigos les conté que, en realidad, me habría ido al desierto de los Monegros con una tienda de campaña y una manta, y habría disfrutado de la nochevieja más bonita de mi vida, siempre que la pasáramos juntos.
Nos encontramos en el aeropuerto de Río de Janeiro.
Mientras esperaba que mis maletas se asomaran por la boca de la cinta transportadora, trataba de regularizar los latidos de mi corazón y hacerme cargo del lugar en el que estaba y por qué había venido.
De pronto, sonó mi teléfono móvil.
Entre risas nerviosas, compartimos nuestra emoción: “¡Mi Amor, me va a dar algo si no te veo en unos momentos!” “¡A mí también! ¡Mis maletas no salen!”
Crucé la aduana como una exhalación. La puerta de salida también. Cuando nuestros ojos se encontraron, me invadieron unas ganas de llorar y de saltar de alegría, al mismo tiempo.
Me eché a correr arrastrando mis bultos y no alcancé a rodear la cinta que delimita la zona de espera, sino que me abalancé sobre A, la abracé con todas mis fuerzas y comenzamos a besarnos con el ansia que el náufrago Pi Pattel habría mostrado al beber un vaso de agua dulce.
Los encuentros nunca son como te los habías imaginado.
Nada en la vida lo es, en realidad.
En mi caso, siempre son menos cinematográficos.
Pero nunca me defraudan.
¿Brasil? Ha sido nuestra luna de miel.

viernes, diciembre 28, 2007