jueves, mayo 15, 2008

Once




Es lógico que Norbi la recomendara.
Once es una película donde la música está presente todo el tiempo.
La película es música.
Aunque también es cierto que la banda sonora sin las imágenes, sin la historia, constituye una experiencia incompleta.
Quedaba poca gente por embarcar y el avión se disponía a despegar rumbo a Sao Paulo, rumbo a mi Amor.
Rumbo a A.
Mi tarjeta de embarque rezaba [vuelo] IB 6827 [puerta] RSU [embarque] 23:30 [asiento] 34L.
Tenía preasignada la ventanilla, pero, al ir a sentarme, comprobé que un señor mayor ya la había ocupado. Así que me senté a su lado celebrando la posibilidad de estirar las piernas por el pasillo.
Me dio tiempo a descalzarme, a ojear unas cuantas páginas del periódico y a encajar en el bolsillo del asiento la guía de Japón que me había propuesto estudiar durante el viaje.
De pronto, otro pasajero se paró a mi lado y, muy amablemente, me hizo saber que yo ocupaba su asiento.
Vaya.
El señor mayor se debía de haber confundido de fila.
Sacamos las tarjetas de embarque y comprobamos, sorprendidos, que los dos teníamos asignado el mismo asiento. Así que le entregué las tarjetas a una azafata para que hiciera las comprobaciones oportunas.
Me comentó que era extraño, que el vuelo estaba lleno y que vería lo que se podía hacer.
Yo comencé a imaginarme las 10 horas de vuelo sentado con la tripulación...
O en el suelo.
Lo único que tenía claro es que no me iba a bajar de aquel avión por mucha confusión u overbooking que pudiera haber habido.
Estuvimos esperando un ratito los dos señores brasileños y yo, comentando, muy educadamente y en portuñol, lo curioso de la situación, hasta que una azafata distinta de la anterior se acercó, preguntó por el “Sr. Rejón” y me tendió una tarjeta de embarque con “mi nuevo asiento”: ¡2H!
Cogí mi mochila y mi chaqueta azul con las letras b, r, a, s, i, l bordadas, me despedí de mis compañeros y me dirigí exultante a la zona Business.
En los vuelos de Iberia que cruzan el charco, los asientos de la zona Business son enormes, se tumban casi como una cama, las azafatas son amabilísimas, te ponen una copita de vino antes de cenar, luego un mantelito y unos cubiertos de verdad, tienes una pantallita giratoria sólo para ti y un montón de películas de estreno donde elegir.
Yo me sentía un poco Alfredo Landa, con mi copa de vino dulce en una mano y mi segundo postre en otra.
Antes de dormir durante más de 6 horas seguidas, decidí ver aquella película que Norbi había recomendado y que había dejado un tanto indiferente a Feli.
Once.
Resultó que era una historia bonita, sencilla, no convencional. ¿De amor?
Dos personajes que se buscan, se equivocan, pero confían en lo que sienten y son auténticos.
Y sueñan.
Y la música de Glen Hansard, el actor protagonista, que está presente todo el tiempo y envuelve la historia.
Me encantó verla.
Es lógico que Norbi la recomendara.

3 comentarios:

Pablo Gallego dijo...

Así da gusto, cuando te suben de clase. A mí últimamente no deja de pasarme que voy a registrarme con un compañero de trabajo y le suben de clase a él y a mí me dejan con el vulgo...
Y por lo demás, ¿qué tal por Brasil?
Un abrazo.

Anónimo dijo...

Por cierto que el actor protagonista, es uno de los miembros de "The Commitments" en la película del mismo nombre.
Un beso,

Mónica

Blógmulo dijo...

¡Hola Monique!

Es verdad lo de "The Commitments". Alguien me lo dijo, pero hace tanto tiempo que la vi...